Alfoz de la Adrada nació por la unión de un grupo de personas que tienen en común un gran interés por el folklore, impulsadas por Daniel Peces Ayuso, reconocido folklorista y experto en danzas y tradiciones.
Desde el cominezo, el principal fin del grupo ha sido recuperar y transmitir la cultura tradicional por medio de música, bailes e indumentaria.
Venimos realizando una laboriosa tarea de investigación y recopilación de los trajes típicos que se lucían tanto en nuestra localidad como en toda la comarca. Gracias a la búsqueda en los baúles de nuestros antepasados y a las manos primorosas de los propios componentes del grupo, hemos logrado recuperar varios trajes: de boda, de paseo, de fiesta, de faena...
Los principales bailes que interpreta el grupo, todos coreografiados por Daniel Peces, son: jotas, boleros, fandangos, rondeñas, malagueñas y seguidillas.
Todos los veranos, desde 1999, se celebra el Encuentro de Folklore Villa de La Adrada; por él pasan año tras año grupos provenientes de nuestra Comunidad, del resto de España y del extranjero, dando lugar a uno de los acontecimientos culturales más importantes del verano en nuestro entorno.

lunes, 18 de marzo de 2013

Seguidillas


       
Sin lugar a dudas estamos ante una de las piezas instrumentales, cantadas y bailadas, más antiguas y genuinas de cuantas ha mantenido la cultura y tradición oral castellana. 

Sin embargo, hablar de las Seguidillas, es hablar de uno de bailes de parejas más antiguo y genuino de la península Ibérica Hispánica, sirviéndose del plural (Seguidillas) para designar al canto, melodía y danza, mientras que cuando utilicemos el singular (Seguidilla) nos ceñiremos exclusivamente a su forma y estructura literaria; forma literaria que se mantiene a través del tiempo y que se basa en la siguiente fórmula: cuatro versos breves, heptasílabos los impares y pentasílabos los pares, rimando estos últimos en asonancia generalmente, o bien siendo aconsonantados. Por ejemplo:


A la luna de enero,

le falta un día.

Y a ti te fata menos,
para ser mía.

        En otras ocasiones excepcionales, los versos de la rima,  concretamente los pentasílabos, devienen en  hexasilabicos. Acentuándose sus sílabas 5º o finales. Por ejemplo:


Por San Juan Hizo un año

por San Pedro dos.

Que te entregué las llaves,

de mi corazón.

En algunas ocasiones se agregan tres versos más, de los que el primero y el tercero son de cinco sílabas (o seis, si la última sílaba va acentuada). En este caso, el segundo verso suele ser  heptasílabo y queda libre. Por ejemplo:


Tú y yo nos parecemos,

mucho a la nieve.

Tú en lo blanca y en lo pura,

yo en deshacerme.


Y ese es el modo
de que nuestro cariño,                     
se oculte a todos.                                                

La etimología de la palabra “seguidilla”, puede venir dado por la forma continuada o seguida de ejecutarlas, como veremos posteriormente, aunque esto no está aclarado. De hecho, descifrar el origen de las Seguidillas es una tarea imposible ya que no hay datos que nos orienten al respecto, al tratarse de una pieza creada en el ámbito rural español y transmitida de generación en generación, a través de la tradición oral. Sin embargo, sí tenemos datos a cerca de la forma literaria de la Seguidilla, utilizada por los poetas cultos de los siglos XIII - Jarchas romances jocosos- XIV, XV y XVI.


De este modo, la Seguidilla culta o literaria, recoge y ordena las formas antiguas y tradicionales ajustándolas a normas y medidas concretas, que dependen y varían de unas comunidades autónomas a otras. Formas de las que se sirvieron poetas y escritores reconocidos, para expresar los sentimientos y emociones deseados. Dicho de otro modo, la Seguidilla culta del siglo XV, recoge y ordena las formas tradicionales populares anteriores. Pero en esta forma culta de la Seguidilla literaria medieval, no aparece reflejada ni el baile ni la música que la suele acompañar.




Tenemos que esperar a los tiempos de los Reyes Católicos, y concretamente a la publicación de “El Cancionero de Palacio”, para encontrar las primeras referencias escritas de las Seguidillas instrumentalizadas. Sin embargo no puedo afirmar que estas formas de los siglos XV y XVI, no fuesen el resultado de la recogida y puesta a punto de formas existentes anteriormente, como os comentaba. Formas tradicionales y populares del ámbito rural ibérico ancestral. De las que se sirvieron los escritores y músicos cultos de la corte castellana medieval, y que perviven con las formas tradicionales en el ámbito rural.


Sin embargo es a partir del siglo XVI cuando las Seguidillas se convierten en “baile principal” español, siendo a partir de este siglo cuando aparecen las primeras definiciones tanto de la seguidilla, como de las seguidillas en no pocas e interesantes referencias bibliográficas de los escritores cultos del siglo de Oro español; personajes eruditos en cuyos escritos o novelas, nombran a las Seguidillas como danza principal, tanto en los pueblos y aldeas rurales como en las grandes ciudades y la corte. Sirva como ejemplo el comentario que Guzmán de Alfarache, hizo en dicho siglo, afirmando que: “Las Seguidillas arrinconaron a la Zarabanda”, dándonos uno de los primeros datos de su forma, no solo poética o musical, sino de su contenido coreográfico, y marcando las formas y estilos que han llegado hasta nuestros días. Formas y estilos que abarcan una ingente variedad y riqueza de formas de interpretarlas, ciñéndose generalmente en compases de 3x4 o 3x8, tañéndolas siempre en tiempo movido o Alegretto, y tonos mayores  (Re y La, en ambas Castillas y en Mi en las andaluzas) (rara vez se interpretan en tonos menores o en ambos combinados). Aunque hay gran variedad de estilos y formas de interpretarlas, generalmente las Seguidillas tienen cuatro partes bien diferenciadas:


La Introducción: Esta parte es enteramente  instrumental y con un número variable de compases (tres o cuatro) y sirve de preludio o aviso a los danzadores y danzadoras, que esperan con una pose elegante, el comienzo del baile.


La Salida: En esta segunda parte entran las voces solistas de los cantadores, con cuya voz sale o aparece a modo de introducción o aviso, adoptando y manteniendo los bailadores una pose elegante y bizarra, desarrollándose en tres compases más o menos completos.


La Vuelta: Esta tercera parte sirve a modo de salida para comenzar los diferentes pasos y coreografías; solo que en este caso es enteramente instrumental o melódica, ocupando otros tres compases.


La Copla: Es en esta cuarta parte, enteramente cantada, cuando empieza el baile propiamente dicho ejecutando los diferentes pasos y movimientos coreográficos. Ocupa nueve compases (repitiéndose en algunas ocasiones dos veces, y sumando un total de doce compases entre las dos partes (sin contar las posibles repeticiones). Tras la tercera ejecución de la Copla , un acorde de tónica pone el punto y final a la Seguidilla, con el característico “Bien Parado”, o pose bizarra y elegante, con la que han de rematar. Para volver a empezar y repetirlo todo otras tres veces más, haciendo un total de cuatro veces.

Por otra parte, la ejecución del canto, es interpretado generalmente por una voz solista (tanto femenina, como masculina), siendo los instrumentos más usuales: la guitarra, el laúd, la bandurria (estos instrumentos cordófonos, cantan entre sí a la octava y en terceras), así como varios instrumentos de percusión, entre los que destaco los siguientes: Triángulos o “yerros”, almireces, calderillos, cucharas, botella de anís, sartén, cántaro, panderos y panderetas, etc.(estos instrumentos de percusión marcan y adornan las partes fuertes de los compases, convirtiendo las fusas en dos semicorcheas) y por supuesto las castañuelas o crótalos con los que se acompañan los bailadores.

Tales ajustes, modelos o medidas tienen diferentes variantes dependiendo del lugar de origen o de los diferentes gustos o estilos dependiendo de las comarcas en las que se ejecutan.

Sin embargo es en el siglo XVII, cuando las Seguidillas adquieren su máxima representación en todo el territorio español, incluyéndose en todos los acontecimientos y festejos relevantes Castellanos, hasta tal punto que no hay función u obra teatral que no incluya en su repertorio y representación la ejecución de tal baile. El mismo D. Miguel de Cervantes y Saavedra dejó escrito a cerca de las Seguidillas. “...Era el brincar de las almas, el retozar de la risa, el desasosiego de los cuerpos, y finalmente, el azote de todos los sentidos...” Y es que como decía  el profesor García Matos: “Si las Seguidillas conquistaron el espíritu del noventa por ciento del solar hispánico, fue por su cautivadora gracia, exaltada alegría, elegancia y por ser una actividad sumamente placentera”.


En dicho siglo XVII, las Seguidillas son adoptadas como baile más representativo y querido en las principales ciudades españolas, especialmente en la capital del reino, Madrid, ciudad en la que las seguidillas formaban parte de la actividad y vida cotidiana de los madrileños, al recoger en su forma literaria y en su forma coreográfica y musical el sentir del pueblo. Buenos ejemplos de lo dicho pueden ser los comentarios del novelista castizo D. Francisco Santos:

      “..Un muchacho cantando seguidillas al ruido que hacía tocando en un jarro con los cuartos que llevaba...”  “... media docena de mozos que con una guitarra iban tocando seguidillas...”, “... en un sitio una tropa de picarillas de mantilla revueltas con otros tales como ellas, pícaros desgarrados, y al ruido de un pandero, cantaban seguidillas. Y gente de buen hábito alrededor oyéndolos y gustando que no cesase la bulla...”  “...  un baile gobernado por un pandero, que la que lo tocaba, nada lerda, le adornaba de mil seguidillas, con que daba sainete a los que golpeaban las castañuelas...” “... orillas de un arroyo..., lavando una mozuela desenvuelta y cantora maestra en seguidillas...” etc.


De este modo nos podemos dar una idea de la gran profusión que tubo este baile, en el que no había momento, fiesta profana o religiosa o diversión individual o colectiva, en la que no estuvieran presentes. Baile que se acompañaba siempre con el tañido de las castañuelas. Decía D. Francisco Santos al respecto de las castañuelas: “... tienen los bailadores puestas unas castañuelas que parecen hechas de cuatro artesones. Y tíranse unas puñadas de ruido, que se hacen pedazos las sienes. Y como se van cansando los que bailan, van ocupando su lugar otros...” de tal modo que no solo nos indica de la importancia de las castañuelas a la hora de bailar esta pieza tradicional, sino del tamaño o forma de las mismas y del carácter de danza de relevos por parejas de la misma.


      La pasión y gusto por las seguidillas alcanzó el siglo XVIII, extendiéndose a las clases más altas y cultas, que pronto las incluyeron en sus saraos y fiestas palaciegas, refinándose cada vez más y mejor, tanto sus melodías como los instrumentos y por supuesto los pasos y coreografías, hasta tal punto que en dicho siglo aparecen los primeros compendios o colecciones escritas por maestros de danza, describiendo las formas de realizar este baile. Siendo la primera de ellas la que escribió D. Juan Antonio de Iza Zamacola y Ozerin (conocido popularmente como D. Preciso), teniendo tal aceptación que pronto aparecen más y más libros destinados a divulgar este baile tradicional. El mismo D. Preciso, nos indica que allá por el año 1.740 el maestro de baile cortesano D. Pedro de la Rosa “reduxo las Seguidilla y el Fandango, a principios y reglas sólidas...”, aunque tal escrito no nos ha llegado hasta nuestros días. D. Preciso  si dejó constancia de esa forma culta y generalizada de bailarlas en su época, aunque a decir verdad, su descripción es algo superficial. Y tal impulso copilador se le debe el interés de este maestro, por dejar constancia de los bailes principales de su tiempo, para que no se olvidara y perteneciese a las generaciones futuras. Como paso con otras danzas tradicionales anteriores (Folias, Gallardas, Chaconas, Zarabandas, Zaranbeques, Xácaras, etc.), de las que poco más que el nombre sabemos. La descripción que D. Preciso hace de la forma de bailar las Seguidillas es la siguiente:

                                                                                     

      “Luego que se presentan de frente en medio de una sala dos jóvenes de uno y otro sexo a distancia de unas dos varas, comienza el ritorneo o preludio de la música. Después  se insinúa con la voz la seguidilla, cantando si es Manchega el primer verso de la copla y si es bolera los dos primeros versos, en los que solo se han de ocupar cuatro compases. Sigue la guitarra haciendo un pasacalle y al cuarto compás se empieza a cantar la seguidilla. Entonces rompe el baile con las castañuelas o crótalos, continuando por espacio de nueve compases, que es donde concluye la primera parte. Continúa la guitarra el mismo pasacalle, durante el cual se mudan al lugar opuesto los danzantes. Por medio de un paseo muy pausado y sencillo y volviendo a cantar al entrar también el cuarto compás, va cada uno haciendo las variaciones y diferencias de su escuela, por otros nueve compases, que es la segunda parte. Vuelven a mudar otra vez de puesto. Y hallándose cada uno de los dos danzantes donde principio a bailar. Sigue la tercera parte en los mismos términos que la segunda y al señalar el noveno compás cesan a un tiempo y como de improviso la voz, el instrumento y las castañuelas, quedando la sala en silencio y los bailarines plantados sin movimiento en varias aptitudes hermosas, que es lo que llamamos “Bien parado”.


      De estas palabras escritas deducimos que: primero, se trata de un baile culto que se enseña en escuelas dirigidas por maestros especializados. Segundo, que hay al menos dos tipos diferentes de seguidillas: boleras, corridas o Manchegas, término este último que indujo a algunas personas a pensar erróneamente que es la Mancha castellana su solar de origen. Y tercero: tales formas coreográficas se mantienen, con escasas variaciones, hasta nuestros días y se hacen extensibles al Bolero, del que varían ligeramente; siendo el bolero, así como las sevillanas y la Sardana Curta catalana, entre otros bailes, variantes de esta danza antigua castellana.

Es importante señalar la aparición en Madrid y posteriormente en Sevilla, de sendas escuelas de baile llamadas “Escuelas Boleras”, las cuales crean y recrean la gran riqueza y variedad de pasos y coreografías existentes, culturizándolas y diferenciándolas de las seguidillas que se mantenían en el ámbito rural, añadiendo en dichos casos, movimientos elegantes, nuevas poses y estilos, así como el gusto por el uso de la punta de los pies y los característicos braceos, herederos de las antiguas academias clásicas de baile español, pudiéndose bailar por una pareja o más, en cuadros, hileras o círculos (o dobles hileras y dobles círculos), dependiendo del gusto y escuela a la que pertenecía cada una de las diferentes Seguidillas castellanas; y, por supuesto, un “Bien parado” final que da a esta danza su más característica impronta al finalizar la tercera copla.


En cuanto a los pasos y coreografías, la variedad y riqueza es ingente. Hay pasos y coreografías propias y exclusivas de localidades concretas, pero también existen algunas generalidades, que paso a comentaros:

Las Seguidillas más usuales suelen ser las Corridas y las Manchegas. En el caso de las seguidillas Corridas, suelen tener un paso básico sencillo, del cual parten todas las demás variantes. Dicho paso recibe diferentes nombres según las procedencias, pero es una “Cherquésia”” o paso “Simple o Cruzado”. Algunos de los pasos o variantes más usuales son: Simple con vuelta en un tiempo, simple con vuelta en tres tiempos, simple con cruce, simple doblado, simple por detrás, simple por detrás con vuelta, de frente simple, de frente con vuelta, de frente con vuelta y cruce, por delante o por detrás.


Mientras que en las seguidillas Boleras, la riqueza y complicación de los pasos y coreografías, suelen ser más complicados, al ser herederos de las diferentes escuelas boleras de Madrid. Y en este caso suele haber más de un paso básico, del que parten todas las demás variantes. Siendo los más utilizados y generalizados, el paso llamado “Matalaraña” y el paso llamado “Bolero” y que coincide en forma con el primer paso de las Sevillanas. Al ser este baile, hijo directo de las Seguidillas castellanas, de las que toma su forma musical y coreográfica con las lógicas adaptaciones del estilo y carácter propio andaluz. Algunos de los pasos o variantes más usuales son: Paso de Bolero con cuatro Puntas, paso de Bolero con dos saltillos, con o sin vuelta completa, paso de Bolero con tres saltos, con o sin vuelta completa, paso de Bolero con Vuelta.


      Otros pasos básicos menos usuales son; “Espatarrao”, “Saltado”, “de Enuve”, “de Espaldas” o “el Corrido” entre otros. En cualquier caso todas las Seguidillas se comienzan con el pie derecho, por lo que el efecto de las parejas suele ser “a contra espejo” o “cruzadas”. Perdurando sin apenas variaciones hasta el siglo XIX, fecha a partir de la cual entran en clara decadencia, perdiéndose en gran parte del territorio español y quedando adscritas a la mitad sur y especialmente a las provincias castellano manchegas, andaluzas y levantinas, donde siguen siendo el baile principal. Sirva para ilustrar dicha decadencia las rotundas y poéticas palabras que dejó escritas el maestro D. Antonio Flores:


       “... La Seguidilla, el fandango, la jota y el bolero, andan desde entonces perdidos sin hallar un rincón en donde guarecerse. La castañuela está triste, el pandero roto y la guitarra y la bandurria se habrían ahorcado si les quedase una cuerda para hacerlo.”


           Aunque a decir verdad, las seguidillas no llegaron a desaparecer, aunque sí las escuelas Boleras y el gusto que por ellas sentían los personajes bien situados o de clase alta. Quedando su creación y transmisión en manos de los ciegos y cantadores tradicionales, de cuyas manos tenemos no pocos y hermosos ejemplos.


(Daniel Peces Ayuso) http://folkloreytradicion.blogspot.com.es/2011/05/las-seguidillas.html

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