Alfoz de la Adrada nació por la unión de un grupo de personas que tienen en común un gran interés por el folklore, impulsadas por Daniel Peces Ayuso, reconocido folklorista y experto en danzas y tradiciones.
Desde el cominezo, el principal fin del grupo ha sido recuperar y transmitir la cultura tradicional por medio de música, bailes e indumentaria.
Venimos realizando una laboriosa tarea de investigación y recopilación de los trajes típicos que se lucían tanto en nuestra localidad como en toda la comarca. Gracias a la búsqueda en los baúles de nuestros antepasados y a las manos primorosas de los propios componentes del grupo, hemos logrado recuperar varios trajes: de boda, de paseo, de fiesta, de faena...
Los principales bailes que interpreta el grupo, todos coreografiados por Daniel Peces, son: jotas, boleros, fandangos, rondeñas, malagueñas y seguidillas.
Todos los veranos, desde 1999, se celebra el Encuentro de Folklore Villa de La Adrada; por él pasan año tras año grupos provenientes de nuestra Comunidad, del resto de España y del extranjero, dando lugar a uno de los acontecimientos culturales más importantes del verano en nuestro entorno.

martes, 12 de marzo de 2013

El traje femenino


Mantellina
La pieza más ancestral del traje y complemento obligado para las más grandes ceremonias es la mantellina, cuyo pasado se remonta a nuestra prehistoria como así lo muestran entre otros el ejemplo de un dibujo ibérico del siglo II antes de Cristo en Liria (Valencia) donde en una pieza de cerámica se representa a una mujer colocándose la mantellina. Después, cronistas griegos y romanos definieron esta pieza como de uso típicamente ibérico, entendiendo como tal toda la Península, y llamándolo man-tellum

Camisa
Cubriendo el cuerpo por encima de un camisón interior, para el uso diario usaban finas blusas de los más varia­dos colores y texturas, muy entalladas de cintura, con la pechera fruncida o bordada y en su mayoría abrochada atrás o a un lateral; la variedad de las telas y colores va relacionada sobre todo con el gusto personal. Las man­gas de estas blusas tienen amplios golondrinos que caen del hombro y se ajustan al antebrazo, resultando todas las mangas algo cortas.
Para el buen tiempo, las blusas de lino o lienzo cru­do o teñido. Las de vestir días espe­ciales, siempre ricamente bordadas con signos geométricos o florales de clara influencia oriental; las mangas de estas blusas suelen ser cortas y afaroladas, en algunos casos los bor­dados son sustituidos por la técnica del deshilado.
Hay que destacar la in­fluencia navalqueña y lagarterana en cuanto al estilo del bordado que por esta Sierra y Valle se elabora.

Jubón
El jugón negro para los días más importantes, casi siempre en terciopelo labrado o ricas telas brocadas; en algunos casos, por problemas económicos, solían hacer las mangas con tela de buena calidad y el cuerpo con otra más simple. Los puños o púnelas se labran con pedre­ría, azabaches, galones o cintas; en otros casos van bordados y en otros se utilizan varias telas distintas, dando policromía al conjunto. Los botones del cuerpo de jugón solían ser de asta, hueso, azabache o madera forrada, excepto los de los puños, de rica plata labrada y cuyo número varía, siendo generalmente un mínimo de tres por puño. Rematan los puños una fina puntilla de bolillo en hilo negro o blan­co. El cuello abierto con gran escote de caja cuadrado, sin adornos y sobre el que se prende la pañoleta, pequeña pieza a modo de sobrecuello, sobre­cargada de cintas, perifollos y puntillas varias; se usaba sólo para los días grandes, y de color generalmente blan­co.

Pañuelo de seda
Los pañuelos de seda y crespón fueron utilizados para el buen tiempo. Siempre en fuertes y vivos co­lores, bordados o con llamativos dise­ños, fueron muy valorados.
Suelen ser éstos de fondos negros y bordado un solo pico con espléndidos ramos de bellas flores en vivos colores y que, curiosamente, la mayoría llevan cerca del pico un pájaro bordado o una mariposita, símbolo el primero de alegría y la segunda de feminidad. Los flecos, por lo general, son cortos; el más curioso es el llamado de escoba por la forma a mechas o escobillas que tienen.

Ropa interior
La ropa interior femenina era igual en todo el Valle. Un largo camisón o viso de hilo sobre el que se ajustaban siete enaguas, gene­ralmente blancas, una para cada día de la semana.

 


 
La costumbre era lavar la noche del sábado la enagua prime­ra, que estaba en contacto directo con el cuerpo, para ponérsela limpia la ma­ñana del domingo, y así durante todo el año. El uso de siete enaguas fue menguando a tres, siendo hoy en día tan solo una. Los pololos no son tradi­cionales ni las bragas adoptadas por los grupos folklóricos más saltarines y pudorosos, excepto en las épocas de menstruación en las que algunas usa­ban unos calzones especiales, o en las bodas de gran rumbo en que usaban unas bragas sin costura en los bajos.


Refajo, miriñaque y guardapiés
Sobre las enaguas, el refajo de pa­ño, teñido generalmente en verde, azul, amarillo, rojo, pardo o negro, cuyo único adorno son una se­rie de lorzas en su parte baja que van de tres, a siete o doce.
  Sobre el refajo, el miliñaque de tela estampada o lisa, pero siempre lleno de colorido, que puede ir adornado con tres cintas o tiranas, con dos puntillas de hilo de oro o plata o liso sin adornos, pero en todos los casos muy plisados, con finas y rectas tablas que dan una forma acam­panada al talle femenino.
Sobre las enaguas y refajo simple el guardapiés, faldón también de paño teñido pero de más amplio repertorio coloris­ta, sobre el que se cosen la o las tiranas picás, pie­zas de paño de color dife­rente al de la falda en el que se han recortado dife­rentes motivos y cosido a ésta. Es el guardapiés una pieza llena de miste­rio e información. Y así es porque de­pendiendo del color de la falda y el picao se sabrá a simple vista entre otras cosas su estado social. Los colores claros y llamativos se reservan para la mocedad, mientras que los combina­dos más elegantes, como por ejemplo amarillo picao negro o rojo picao en negro suelen ser signos de madurez o estabilidad, dejando los colores pardos y negros para la viudedad. Si a esto añadimos el significado que tiene el di­bujo del picao obtendremos aún más información de quién y cómo es su portadora. Por ejemplo, las flores sim­bolizan la belleza en general, pero no es lo mismo una rosa que un clavel; cuando estas flores están juntas en un ramo indican matrimonio. Si lo que aparecen son pájaros, en general re­presentan alegría, pero no es igual el águila a la paloma, pues cada una ad­quiere una connotación diferente. Pongamos un último ejemplo: el dibujo llamado las fuentes simboliza la rique­za, pero si la fuente está rodeada de fruta, por lo general granadas o pinas, representan la posesión de tierras pa­ra la agricultura, cuando por el contra­rio, beben animales indican relación con la ganadería.
El número de refajos y guardapiés varía según el tiempo frío o caluroso. Curiosa es la costumbre, cuando el frío era intenso, de recogerse las mu­jeres el guardapié echándoselo sobre la espalda y cabeza en forma de cobi­jo, mostrando apenas la cara y dando un aire arabesco a su porte.
Completan la variedad de faldas los refajos pintados, en colores amarillos, rojos y verdes, sobre los que se pinta­ba a mano motivos florales con jarro­nes y cestas, pájaros y frutas, realiza­dos siempre en color negro, pardo o verde oliva. Se llegaron a crear plan­chas en metal con las que ahorrar tiempo, pero haciendo que los mode­los se repitieran, caso que en los bor­dados y picaos no sucede jamás.

Faltriquera
Bajo la primera falda o falda cimera y sobre la segunda va la faltriquera o faldiquera, que es sin duda el último y más moderno complemento incorpo­rado al traje. La faltriquera es un pe­queño bolsillo que se ata a la cintura con dos cintas y de la que hay una gran variedad de motivos y modelos: para el diario telas toscas a base de retales, carente de adornos, excepto en pocos casos en los que llevan bor­dadas las iniciales. Hay otras más se­rranas adornadas con cintas y cordo­nes, perifollos y escarapelas de ricos y vivos colores y que suelen llevar a la vista o bajo el mandil. En el Valle so­lían ser en general de terciopelo negro bordadas con flores de colores junto con las iniciales. También las había en vivos colores bordadas a cordoncillo. Otras son hechas de lienzo polícromo y, como único adorno, una tira pica bordeando la faltriquera.

Delantal
Sobre las diferentes faldas, medio ocultando la faltriquera, los delantales y los mandiles, de los que hay una gran variedad y cuya nota común es, como siempre, el colorido y la minu­ciosa labor. Los delantales son más cortos y barrocos en cuanto a los adornos, dejando ver, por lo general, los dibujos bordados, picaos, estam­pados o pirograbados de las faldas. Se usan en todo el Valle cuando se visten con el traje llamado de serrana.
El mandiles pieza de más rancio abolen­go y antigüedad; llega a tocar el roero de la falda, cubriendo por completo la parte delantera de la mujer. Para las ceremonias y fiestas más importantes suelen ser de terciopelo negro ador­nado con pasamanería y azabache y bordeado por la inseparable puntilla de bolillos. Para los días especiales, mandiles de satén o seda brillante de vivos colores, sin apenas adornos,salvo la puntilla. Otros se deshilan so­bre la misma tela, labrando un borda­do excepcional con sus propios hilos. Otros se bordan en su parte baja con motivos florales. Los hay adornados con cintas varias que se cosen por los bordes del mandil casi por completo, de forma similar a los que hacen y gastan en la comarca de Lagartera.

Medias
Cubrían las piernas con medias de lana, generalmente blancas, en algu­nos casos azules o encarnadas y ne­gras para las mayores; en general lle­van un adorno llamado espiga, aunque hay gran variedad.

Calzado
A los pies, zapatos de cordobán, con tacón de carrete, en terciopelo negro, bordados con finos ramos y hechos a mano y a medida. Los cordones, de lana polícroma, lle­van en sus extremos sendas borlas de lana. Estos zapatos acompañan, en los días de boato, a todos los trajes del Valle indistintamente; su uso es gene­ral, variando el color de los zapatos que, aunque la mayoría son negros por ser los utilizados en las bodas, podían ir en función del color del traje. Para las bodas algunas usaban botines de be­cerro labrados o zapatos negros del mismo tipo del de cordobán, pero he­chos en cuero de becerro. Y para el campo, abarcas de cuero con la pun­tera cerrada y repujadas con adornos, en su mayoría florales. Hoy en día que­dan pocos zapateros que sigan ejer­ciendo su labor tradicional y artesanal.


(información de Daniel Peces Ayuso, extraída de la página http://www.joyanco.com/Poyales/traje.html)


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